martes, 18 de agosto de 2015

VERÓNICA HENNINGSEN PÉREZ, PALMERA POR ASCENDENCIA MATERNA

El otro día alguien me decía que La Palma había tenido muy buenos jugadores de baloncesto (Elirerto, Pancho, Plata, De las Casas, Aciego, Simón, Méndez, Peña…), pero que no podía esgrimirse el mismo logro si pensábamos en jugadoras, esto es, si el planteamiento nos lo hiciéramos en el ámbito del baloncesto femenino. Y, lamentablemente, es verdad, aunque las razones no vienen al caso hoy. De todas formas –he de reconocer que lo tenía apuntado a lápiz en nuestra hoja de servicios-, en la isla sentimos en parte como propias a las hermanas Henningsen Pérez, pues consideramos que son “medio” (este adjetivo le entusiasma a José Luis Martínez) palmeras por ascendencia materna. Téngase en cuenta que su madre, Mª del Carmen Pérez Gómez, es hija de Agustín Pérez Piñero, un palmero de pro de Los Galguitos (San Andrés y Sauces) y de María del Carmen Gómez Hernández, bagañeta (Tazacorte), para más señas. Y en la isla pasaban también los Henningsen Pérez muchos veranos, en especial en la comarca saucera. Por lo tanto, convengamos que vamos a contabilizarlas en nuestro haber aunque sea de forma compartida (su padre fue uno de los fundadores del Náutico de Tenerife), como ha venido ocurriendo con Cristóbal Rodríguez, por ejemplo. Además, las hermanas Henningsen son también sobrinas de José Luis Martínez, exjugador internacional de baloncesto, que militó en el Barcelona, Real Madrid y Juventud, y que desde hace más de una década vive en La Palma con su mujer, María Rosa Pérez Gómez, hermana de la madre de nuestras protagonistas.

Coronas Tenerife 1983-84
De las dos, Verónica es la mayor y la que ha tenido una carrera más corta. Casi vino con un pan debajo del brazo, porque solo meses antes de su nacimiento elegían Miss España 1963 a su tía María Rosa. En cualquier caso, Verónica Henningsen jugó siete temporadas en Primera División, las tres primeras con el legendario Tenerife Kristal y las cuatro siguientes con el no menos histórico Coronas Tenerife. En Primera División debutó siendo aún juvenil de primer año (15 años) en la temporada 1979-80, no en vano en su etapa juvenil y júnior fue bastantes veces internacional (al menos 22 veces en categoría juvenil), reclamada repetidamente para el combinado nacional por el seleccionador de entonces Chema Buceta (Ángeles Araujo, Cecilia García, Carolina Mújica, Ana Junyer… fueron algunas de sus compañeras de selección). Por ello, en 1980 fue elegida 2ª mejor deportista tinerfeña, tras la tenista Adela Gil.

Verónica Henningsen defendida por
la internacional Loli Sánchez (Celta)
En los primeros años en el Kristal, bajo la dirección técnica de Antonia Gimeno y más tarde de Paco Ruiz Mota, la Henningsen formó parte de un equipo absolutamente mítico del baloncesto canario, junto a jugadoras de la calidad de Pame Pintor, Catere Falcón, Merce y Conchi Marrero, Marga Maíquez o Rosario Gutiérrez, entre otras. Luego vinieron cuatro años más en el Coronas Tenerife, con José Felipe Antón, José Carlos Hernández Rizo y Paco Santamaría/Paco Apeles sucediéndose en los banquillos, donde se estrenó como sénior. El equipo apenas desmerecía al de los buenos tiempos del Kristal: Pame Pintor, Magda Báez, Elena Lavín, Carmen Rosa Izquierdo, Marisa Suárez, Merce Marrero… Incluso, en su última temporada de “profesional” (si esa calificación valiera para el baloncesto femenino), la  1985-86, llegó a compartir vestuario con su hermana Miriam y con la inolvidable Cathy Boswell.

Verónica Henningsen fue, para los tiempos que corren, una pivot “bajita”, 1,83 m, pero no entonces donde la legendaria Rosa Castillo se peleaba en la pintura con apenas 1,80 m. Tenía buena mano, por lo que podía haber evolucionado a posiciones más alejadas del aro. Cumplió sobradamente en sus siete años en Primera División, aunque quizá algunos de los que la vieron crecer baloncestísticamente esperaban una trayectoria más larga o todavía más exitosa. Si no fue así siempre lo achacaron a su falta de brío, pero esto podía ser una impresión equivocada porque era guapa y tenía cara de niña buena. En fin, la realidad es que, como otras muchas mujeres (ahora menos), en 1986 abandonó el baloncesto con apenas 22 años. No era muy fácil compatibilizar baloncesto, prácticamente amateur, con trabajo y familia.

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